Estas dos fotos,una de 1945 y otra del 46,una de la colección Moy Flores,otra de los Avila Trejo,nos remiten a los lejanos años de aquel Delicias tan pacífico en comparación con la sangrienta Segunda Guerra Mundial que estaba a punto de concluir luego de cobrar 60 millones de vidas humanas,40 de civiles y 20 de soldados,entre ellos 88 mexicanos, 5 en combate,1 por enfermedad natural,4 en entrenamiento,4 mujeres de origen judío y 74 mexicanos de nacimiento fallecidos en campos de concentración,más aproximadamente 250 mil connacionales residentes en otros paises, reclutados voluntariamente a fuerza.
No confíe tanto en las siempre desconfiables cifras,siempre tan acomodaticias en razón a los Intereses de los vencedores.
Vaya parrafada.Ya le estoy quitando sagrado tiempo dominical dedicado al Señor.
Regresemos a la historia de nuestras dos fotos.
Una,según la infalible aplicación memoriosa del Pelón Delgado, fue tomada entre Avenida 6a y Calle 4a Norte.
En ella vemos el extendio concesionado por PEMEX a don Roberto Valenzuela,donde su clientela compraba al cash y en abonos lo mismo gasolina que aceite, petróleo y otros artículos requeridos en los crecientes ramos automotriz y agrícola,igual que en el gasto doméstico de las innovadoras estufas a petróleo.
En la esquina de la derecha están las 3 BBB, como se llamaba la tienda de las hermanas Portillo,una de ellas, la mamá del profe Fily,señora de Talavera.
Poquito antes, por la misma acera,se ubicaba La Negrita,de Maximino Magaña y familia que lo acompañaba.
El amigo que va caminando detrás de la pareja que posa tan despreocupada a media avenida, de que la fueran a atropellar,seguramente iba a la Casa P Márquez,de esquina de la 6a y 4a, donde hoy están los cobrones del SAT.
En la otra, sentada sobre la polvera de su rugiente automóvil, extendida su falda almidonada,Lugarda Trejo se asolea un rato,acompañada de Alfredo Avila Molina, su encorbatado esposo.
En 1935 llegaron de Horcasitas y de allá traían la leche bronca que vendían por litros y medios litros casa por casa y en los taniches de los barrios.
Fueron de los primeros lecheros.
De allá mismo eran don Luis Olivas,igual dedicado a ese oficio, y Asadero Morgan,un hercúleo y rubio vendedor de asaderos,que recorria el centro cargando en un solo brazo una pesada canasta llena de su saborosa mercancía.
Completaba su pesada jornada acudiendo a entrenar box bajo los arcos interiores del Gimnasio Municipal,supervisado por el Chato Salas,ex púgil,entrenador y boletero de los cines Alcázar y Río.
Ya de tardeada tomaba el tren hasta su lejana casa,le echaba pastura a sus animales,se acostaba cuatro o cinco horas, se levantaba a ordeñar,luego se subía al tren y a media mañana ya andaba con su canasta alrededor del Mercado Juárez.
En las carteleras boxisticas mensuales que se efectuaban en el tosco ring de tres cuerdas del Gimnasio,rara vez faltaba su participación. Peleaba en peso completo y tenía mucho punch y deficiente defensa.
Una tarde que se bajó del tren en la orilla de su pueblo,se entretuvo un rato a platicar con unos amigos que estaban sentados en un cerco de piedra de los que hacían los tarahumares.
Como el niño grande que era,una vez arriba se puso a jugar cachando una pelotita de hilo de media tejida que le aventaba un muchacho.
En una de las dobladas calculó mal y se fue de espalda,muriendo desnucado.
Al día siguiente, sus clientes y el Chato en vano lo esperaron.
Momentos, pasajes y sucesos gratos e ingratos de aquel Delicias.
